El máximo líder del pueblo incáico, Atahualpa, es apresado por los españoles cuando se dirigía a Cajamarca, lugar donde se realizaría el ritual en que se le coronaría como Inca.
Para el rescate de Atahualpa, éste ofreció a los conquistadores españoles llenar una vez de oro y dos de plata “y hasta donde alcanzara su mano” la gran estancia en la que se hallaba preso. Cuando los españoles aceptaron, los quechuas (súbditos del Inca) de todo el imperio reunieron la cantidad acordada, además de bellas mujeres entre quienes estaba Cuxirimay Ocllo, prima de Atahualpa, quien sería concubina de Francisco Pizarro. Se calcula que se entregaron alrededor de 17 toneladas de oro y 34 de plata, en lo que probablemente fuese el intento de rescate más costoso de la historia (equivalente a 647 mil millones de dólares en la actualidad), ya que los españoles traicionaron la palabra empeñada y no liberaron al Inca.
El siguiente es un fragmento de un relato hecho por un indígena andino del siglo XVI.
“Llegaron entonces a avisar a Pisarro que era la ora, que aball partir, y en eso tiró Atavalica su rey, y le dijo a Pisarro que le avía echo todo el juego con sus aballos, pero al final le avía matado con un alfil. Y tubo gran pena y tristeza en su corazón el Ynga y lloró y le dijo que no se fuera, que le avían de matar pues él se iva, y Pisarro le dijo que no temiera, que le dava su palabra que viviría, y tomando el rey que Ataualica avía tirado se fue.”
Poco tiempo después fue juzgado y sentenciado a muerte por los cargos de idolatría, fratricidio, poligamia, incesto y por ocultar un tesoro. Atahualpa negoció ser bautizado y morir ahorcado y no quemado como había sido la sentencia, ya que de ser así no podría juntarse con sus antepasados según sus creencias. La muerte de Atahualpa fue sufrida por su pueblo y por los amigos españoles que había hecho. Pedro Pizarro aseguró que Francisco Pizarro lloró la muerte de Atahualpa; “yo vi llorar al Marqués”, escribió.
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