El Manicomio de La Castañeda fue, en el lejano 1910 en que Porfirio Díaz lo inauguró, uno de los símbolos de modernidad del régimen porfirista, que vivía ya su última etapa. Durante su funcionamiento, el lugar atendió a más de 60, 000 enfermos mentales, y según testimonios de personas que lo sobrevivieron,  sus duras condiciones de hacinamiento y maltrato le ganaron la fama de lugar de tortura, creando a su alrededor la leyenda negra del llamado Palacio de la Locura.

Manicomio de La Castañeda. Primera piedra

Su nombre se debe a que en sus terrenos se hallaba la hacienda de La Castañeda, propiedad del famoso empresario pulquero Torres Adalid, quien siendo amigo de Porfirio Díaz cedió los terrenos para uno de los proyectos más vanguardistas de éste: la creación de un centro de rehabilitación para enfermos mentales en las -entonces- afueras de la Ciudad de México, que fungiera como símbolo de la vanguardia y el desarrollo.

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En la creación del proyecto participó el célebre médico guanajuatense Eduardo Liceaga. El propio hijo de Porfirio Díaz, Porfirio Díaz Ortega, fungió como el arquitecto de la obra, con el apoyo de Luis León de la Barra.

El Manicomio de La Castañeda, planos

La institución operó hasta 1968, cosechando durante ese tiempo una fama que la equiparaba con una prisión, debido al sobrecupo con el que funcionaba y a los malos tratos a los pacientes. Además, la psiquiatría había avanzado lo suficiente para finales de los ’60 como para que el gobierno y el propio gremio psiquátrico desearan eliminar experiencias ligadas a metodologías caducas, como el Manicomio de La Castañeda, que representaba en ese momento un episodio digno de dejarse atrás.

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Debido a ello, el lugar fue demolido en 1968, y una de sus fachadas, desarrollada por Salvador Echegaray,  fue llevada a Paso de Cortés, cerca de Amecameca, Estado de México, rescatada por un empresario del ramo de la carpintería, Arturo Quintana Arrioja (cuya empresa construyó la famosa montaña rusa de Chapultepec, en 1964). Por su parte, la mayoría de los terrenos que ocupó La Castañeda son hoy parte de la Unidad Habitacional Lomas de Plateros, el conjunto Torres de Mixcoac, una tienda de autoservicio, parte del Plantel No. 8 de la Escuela Nacional Preparatoria de la UNAM y un centro deportivo.

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Así, lo que para Porfirio Díaz fue un símbolo de modernidad, para Gustavo Díaz Ordaz, más de medio siglo más tarde, era un símbolo del atraso científico, social y humanístico de México, mismo que tenía que ser borrado del panorama, en lo que su gestión llamó “Operación Castañeda”.

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