La famosa alegoría de la caverna, planteada por el filósofo griego Platón en su obra La República, es también conocida como el mito de la caverna. Hay que establecer claramente que se trata de una alegoría de carácter filosófico y pedagógico, pero no de un mito, por la simple y sencilla razón de que no hay referencias a él como tal en fuente alguna, ni siquiera en las de los primeros especialistas en mitología.
La alegoría de la caverna es solamente una herramienta creada por Platón para comunicar su concepto del mundo sensible y el mundo inteligible (el mundo de la percepción sensorial y el mundo percibido de manera analítica, como resultado del uso de la razón).
La famosa alegoría describe a un grupo de hombres que se encuentran prisioneros desde siempre dentro de una caverna, encadenados de tal manera que sólo pueden mirar hacia el muro que tienen enfrente. En dicho muro, gracias a la luz de una hoguera, los hombres pueden mirar proyecciones de sombras creadas por sus captores, que circulan presentándoles de esta manera diversos objetos. Así, los hombres conocerían las sombras como la verdad, al estar incapacitados para concebir el mundo de distinta manera.
Platón describe luego lo que sucedería al ser liberado uno de los hombres y encontrarse así tras la posibilidad de volver la cabeza por vez primera y observar así la hoguera, los hombres y los objetos cuyas sombras son proyectadas. De esta forma, el hombre percibiría una realidad completamente nueva, y asumiría que lo proyectado en la pared únicamente era una apariencia, producto de un proceso sensible y no del razonamiento sobre lo que realmente estaba sucediendo. Ahora, con una visión mucho más completa, su percepción de la realidad cambia.
Más tarde, el hombre sube por primera vez al exterior, donde contempla numerosos elementos de la naturaleza, totalmente nuevos para él.
La alegoría de la caverna y Sócrates
Finalmente regresa a la caverna por sus compañeros, quienes se reirían de él, asegurando Platón que serían capaces de matarlo cuando intentara desatarlos, en lo que se piensa que es una alusión al destino de su maestro Sócrates, quien fue condenado a muerte en el año 399 A.C. tras plantear la existencia de los hombres sin necesidad de intervención divina.