Los militares se visten de verde desde hace no tanto tiempo como podríamos creer. Anteriormente, ese color no era el sinónimo de las fuerzas armadas que hoy representa a nivel mundial, y es que apenas a principios del siglo XX comenzó a usarse este color. Antes de eso, los distintos ejércitos empleaban otros colores, que utilizaban colores como el azul, el gris o el rojo escarlata en medio de sacos, chacós, sombreros y demás parafernalia despampanante.
En el año de 1914 nació el camuflaje, y con él una nueva forma de visualizar la guerra, en la que la vestimenta del soldado no buscaba más el impresionar a sus enemigos, sino todo lo contrario: buscaba confundirlo, permitiéndole al militar pasar desapercibido en el entorno en el que se encontraba. Por eso comenzaron a utilizarse los uniformes verdes con beige, los cuales se fueron implementando gradualmente en el mundo entero hasta finales de la década de los ’30, y hoy podrían considerarse ya un estándar de la industria bélica.
En España, tras la I Guerra Mundial, se comenzó a utilizar de manera oficial el uniforme con camuflaje, dejando de lado el tradicional color azul que durante mucho tiempo había sido distintivo de las fuerzas militares en gran parte del mundo.