La Cultura Olmeca destaca entre sus similares mesoamericanas por diferentes razones, pero sin lugar a dudas las cabezas colosales son el motivo por el que más se les recuerda e identifica, además de por el cual se les comenzó a estudiar.
En primer lugar hay que establecer que la Cultura Olmeca lleva relativamente poco tiempo de ser conocida y estudiada de manera formal. Apenas en 1938 el etnólogo y arquéologo norteamericano Matthew Stirling llevó a cabo las primeras investigaciones arqueológicas en la zona de Tres Zapotes, ubicada en el actual estado mexicano de Veracruz. Por esa razón casi toda la información arqueológica, histórica y antropológica en torno a los olmecas surgió durante el siglo XX y en términos generales poco se sabe sobre ellos.
No obstante, hay que decir que la cultura fue “descubierta” desde el siglo XIX, precisamente gracias a las cabezas colosales, ya que en esa época José Melgar halló la primera de ellas conocida en la era moderna, en 1862.
Las cabezas colosales de los Olmecas están esculpidas en piedras de basalto de la Sierra de los Tuxtlas, en Veracruz. Al igual que con otros monolitos gigantes en diversas partes del mundo (como los famosos Atlantes de la Cultura Tolteca, ubicados en la actual Tula, Hidalgo), no se ha establecido el método de transportación que utilizaban para las inmensas piedras y existe un debate a ese respecto entre los especialistas, ya que algunas miden más de 2.5 m y pesan muchas toneladas. Una de las teorías es que se utilizaban alrededor de 1, 000 hombres en el proceso de transportación de las enormes piedras y que durante una parte del trayecto se empleaban embarcaciones.
Se ha establecido que las cabezas representaban los rostros de gobernantes con importancia histórica y cultural dentro de su pueblo. También se ha especulado, debido a que algunos de los rasgos físicos retratados en ellas (como narices chatas, mejillas carnosas y ojos entrecerrados) continúan siendo comunes en la región, que fueron creadas también para representar y perpetuar la imagen de la población olmeca y con ello dejar constancia presente y futura de su dominio territorial. Una teoría que apunta a ello es la que indica que las cabezas en realidad representan a guerreros, debido a los cascos que portan.
Lo poco que se sabe tanto de ellas como de los propios olmecas se debe a que su estudio no ha sido fácil por las características del hallazgo. Se han encontrado elementos que apuntan a que algunas de las piezas (como las llamadas Cabezas de San Lorenzo) fueron enterradas alrededor del año 900 a. C., pero se originaron en un período anterior. En el caso de las cabezas de Tres Zapotes pasa algo similar, ya que cuando las hallaron ya no estaban en su contexto original. Por estas razones la mayoría de las cabezas son imposibles de datar con exactitud, de modo que su manufacturación puede variar entre un siglo y un milenio dentro del estudio histórico. Asimismo, se ha establecido que la duración del período de tiempo en que se acostumbró producirlas puede oscilar entre los 50 y los 200 años.
Cabeza olmeca de La Cobata, la reina de las cabezas colosales
La cabeza olmeca de La Cobata fue encontrada en 1970 en el rancho del mismo nombre, ubicado en Santiago Tuxtla, Veracruz, muy cerca del yacimiento de Tres Zapotes. Se distingue por ser la mayor cabeza colosal hasta ahora encontrada, midiendo 3.45 metros y pesando de 7 a 10 toneladas.
Sin duda alguna los Olmecas y sus cabezas colosales representan todavía un gran enigma que difícilmente podrá ser aclarado del todo, ante la ausencia de elementos para lograrlo.