Las características genéticas frecuentemente se heredan hasta la tercera generación, y esto tiene una explicación científica bastante definida. Algunas veces suele pasar que alguna información genética se mantiene, por llamarlo de alguna manera, “inactiva” en la primera generación, es decir, en los hijos de una persona, y aparezca hasta el nacimiento de los nietos. Así, por ejemplo, un hombre o mujer con ojos verdes, aunque tenga hijos con ojos cafés o del color que su pareja los tiene, es muy probable que tenga nietos con ojos verdes, si sus genes no continúan siendo recesivos en la siguiente mezcla de información genética.
Las actuales teorías acerca de la herencia y la información genética fueron elaboradas por primera vez por un monje austriaco, Gregor Mendel, quien desde 1858 a 1866 trabajó en el jardín de su monasterio, haciendo apareamientos entre distintos tipos de chícharos (guisantes) y documentando las características de los descendientes. Sin embargo, como es común en la historia de la ciencia y tecnología, el trabajo de Mendel no pudo formar parte del pensamiento científico de su época. Cuando los científicos estuvieron en condiciones de continuar más allá de los hallazgos de Mendel, no hicieron más que redescubrirlos por sí mismos, por allá del año 1900.