Las rosas tienen espinas simplemente porque es su mecanismo de defensa natural ante las posibles amenazas del entorno en el que viven. Su existencia es producto de la evolución y sirven para ahuyentar a los depredadores, mientras que aquellas especies que propagan polen sí pueden abrirse paso entre ellas y llegar volando directamente a la parte superior de las rosas, como las abejas y otros insectos.
En realidad, aunque en el lenguaje coloquial se les llama espinas, éstas no son tales, sino aguijones, ya que carecen de tejido vascular.