Sin duda alguna hay catástrofes naturales que tras ocurrir pasan a la historia y a a la memoria colectiva de manera inmediata, hasta ser olvidadas con el devenir del tiempo o tras el acontecer de otras tragedias mayores. El llamado terremoto de la Iberoamericana, que tuvo lugar en la Ciudad de México el 14 de marzo de 1979, es un claro ejemplo de esto, ya que es poco citado a pesar de la relevancia de las pérdidas materiales y humanas que tuvo.
Aunque no tuvo la magnitud, por citar un ejemplo, del posterior terremoto del 19 de septiembre de 1985, el terremoto de la Iberoamericana, de 7.6 grados, provocó serios daños en varios puntos del Distrito Federal, durante los dos minutos con diez segundos de duración que tuvo.
La denominación terremoto de la Iberoamericana, con el que este desastre natural es conocido popularmente, se debe a que en él se derrumbó la sede de la Universidad Iberoamericana en la Ciudad de México, que entonces se ubicaba en la Colonia Campestre Churubusco.
Como consecuencia de este movimiento telúrico fallecieron cinco personas, entre ellas una menor de 14 años de edad, que quedaron sepultadas bajo los escombros. En este terremoto, también, se generó la grieta que secó el impresionante lago artificial que se encontraba en la Unidad Infonavit Iztacalco, y que hoy está habilitado como un parque.